No querer sentir es un lento morir, reprimir el enojo; disfrazar el miedo; disimular la alegría; esconder la tristeza; apagar el incendio; disipar el desasosiego... No querer sentir es alargar la agonía, entrar en lucha con el propio reflejo, hacer del hogar una extenuante guerra, hasta, en lugar de sentir, obtener cenizas. No querer sentir es contener la respiración, hacer del rostro una máscara estática, adornarlo con sonrisas, frenar el llanto, engendrar el diluvio, al ignorar la tormenta. No querer sentir es negarse a vivir, los vestigios del mundo en el cuerpo, cerrar los ojos ante el caos interno, como si con ello amainara el tormento. No saber sentir como estandarte, del alma que ignora los retazos del infierno, que finge que no siente, para un día, convencerse que, en efecto, nada siente.

