Uno

Las pocas veces que me atreví a imaginar tu partida, te pedí que me prometieras que si un día fuera el caso no te irías sin decir adiós. Siempre me seguiste el juego, negabas que un día habríamos de despedirnos y ambas sabíamos que era verdad.

Me gustaría poder reclamarte, enojarme haciendo acopio de todo este dolor que siento y exigirte una despedida. Pero dime, ¿hacia dónde dirijo mis reclamos?

¿Que se los lleve el viento? Tal vez así mezan tu cabello siempre trenzado.

Dime, ¿qué hago con esta despedida atrapada en mi pecho? ¿A quién le explico lo que era de nosotras si tu ausencia se lo ha llevado? ¿En dónde encuentro consuelo si no he terminado de entender lo que representa que no estés?

Me temo que en ocasiones la vida no sigue. Por lo menos, así se siente ahora: incompleta, inacabada… aunque en realidad sí se acabó de alguna manera. Qué ironía, ¿no? Que la vida no se detiene, como ese tren que ante la muerte seguramente siguió avanzando. Y al mismo tiempo mi vida ha permanecido en pausa mientras el mundo gira sobre sí.

La parte de mi vida que no murió contigo debe seguir como si el mundo no se hubiera sacudido, o quizá a pesar de ello… vivir… sin ti, sin despedida… sin importar cuántas promesas nos hicimos al respecto.

Así que tal vez debería atreverme, no a decirte adiós, sino a darle la bienvenida al vacío que representa tu ausencia, no como un clamor al dolor, sino como un reconocimiento de la falta que me haces. Honrar el cariño no nombrado pero sí vivido en la cotidianidad, por tanto tiempo, con todo y tu ausencia… ayer, hoy y siempre.

Un comentario sobre “Uno

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.