Para ti. Espero que sepas lo mucho que te quiero
Hoy quiero contarte que mi casa, de desierto pasó a ser jardín; que las plantas que quedaron tras tu ausencia, para las que no dejaste instructivo, han aprendido también a vivir sin ti.
Como yo y como tantos.
Te sorprendería ver cómo han crecido y lo presente que estás en cada una.
Me dedico a cuidar lo que dejaste, a sabiendas de que en realidad es tuyo y es de lo poco tangible que me queda de ti.
Te cuento que el jardín ha ido creciendo, le he sumado nuevas plantas, llenando cada rincón. Pero quiero que sepas que esas, las que cuidaste tú, no me he atrevido a nombrarlas. Se imponen ante mí y aunque tampoco eran tuyas, no se sienten mías. Las cuido por ti y para ti.
También para mí.
Para sentir que son tus manos las que me guían, aunque si vivieras, tomarías las riendas de este jardín.
Llevo días escuchando tu voz en mi cabeza, con tanta claridad que me preocupa que llegue el momento en que no sea así. Repaso nuestras conversaciones, buscando consuelo. Me pregunto si sabías cuánto te quiero. Me gustaría creer que sí.
Hoy quiero contarte que mi casa no siempre fue jardín. Requirió tanto tiempo que, en ocasiones, estos 10 meses se sienten como múltiples vidas.
En el camino, algunas plantas casi mueren; otras sí lo hicieron. Unas, en cambio, se mantuvieron firmes, incluso cuando no sabía yo cómo cuidarlas. A unas cuantas les pedí, les supliqué que vivieran.
Me escucharon.
Me tomó tiempo entender cada una; sus necesidades de riego; sol, sequía y sombra. Me ha costado también comprender las mías tras tu ausencia.
A veces no entiendo esta obsesión que tengo por rodearme de vida. Luego pienso en ti y no encuentro mejor manera de quererte: regar aquello que puede crecer; atestiguar el paso del tiempo; esperar las flores (si vieras cuántas hay ahora) y también verlas morir.
Y luego comenzar de nuevo.
Una y otra vez
Contigo
Y sin ti.
Carmen Soledad 